Escribo para ahuyentar el olvido. Aquí no tienes cabida, cierra tus fauces, que todo lo engullen, guarda tus garras, desanda el camino.
Yo escribo para eternizarte, para que caigan estas paginas sobre las manos locas de cualquiera y que, sepa o no leerme, les infundan una suerte de recuerdo, cuando tu nombre y el mio ya sean polvo. Escribo, o lo intento, y en este proceso te pido perdón. Perdóname, si no te hacen justicia las mundanas palabras, si no te reconoces en mis líneas, o no sé tallar con mi prosa tu figura, si no puedo relatar, con los adjetivos mas precisos, esta historia de vida, que a mi corta edad me permito esbozar, de la mejor manera que sé y sobre lo poco que sé: cómo se crea un corazón. Asunto nada fácil. Tú me lo enseñaste.
Si mi prosa es inexacta, o la consideras colmada de sentimientos que en poco corresponden al hecho verdadero, me reitero, aun siendo consciente de la incoherencia que supone pedir perdón antes de cometer la falta. Digo a mi favor que mi intención siempre fue honrada.
A ti, por ti.
Empecemos…